Es un título raro para una entrada, pero en este momento refleja en cierta forma lo que sintió mi madre, yo y toda nuestra familia.
Este concepto lo he conocido a través del libro de Viktor Frankl titulado "El hombre en busca de sentido" y lo describe como:
"La psiquiatría conoce un estado de ánimo denominado <<la ilusión del indulto>>. Se trata de un mecanismo de amortiguación interna percibido por los condenados a muerte justo antes de su ejecución; en ese momento conciben la infundada esperanza -sin apoyatura en ningún dato real- de ser indultados en el último minuto. También nosotros nos agarramos a una tenue esperanza y hasta el final, frente a la evidencia misma, pensábamos que aquello no sería tan cruel."
Viktor Frankl relata su experiencia en un campo de concentración, pero al leer esto hace unos días me fue inevitable pensar en lo que vivimos hace un año cuando el cáncer terminal de mi madre ya empezaba a mostrar su cara más agria y dura.
Estoy segura que para el que sufre esta etapa en su propia carne, el enfermo, es el que experimenta este sentimiento de una forma exponencial. Pero también puedo asegurar que la familia, las personas que están a su lado, tienen una fe ciega en que el milagro del último momento suceda, que la muerte que avecina se diluya para siempre y la vida anterior a la aparición del cáncer regrese.
El cáncer no es una sentencia de muerte, ni mucho menos. Hay muchos tratamientos, muchos pronósticos y curas favorables en los primeros estados de la enfermedad. Desgraciadamente, la sentencia de muerte se confirma al escuchar que el estado es terminal, metastásico o cualquier otro término utilizado para expresar el último estado de la enfermedad. Es entonces cuando nosotros, mi madre, mi familia y yo empezamos ha soñar despiertos con La ilusión del indulto. A rogar para empezar con un milagro, un error médico, después por que se nos concediera 1 año más, a despertar y ver que si fuesen unos meses más de vida "de calidad" sería un regalo y finalmente al pinchazo de la "ilusión".