Recuerdo perfectamente la noche de hace exactamente dos años.
A estas horas me desperté del sillón que había colocado al lado de tu cama para poder sostenerte la mano, tu fría mano, pero que aún tenía vida, un pequeño hilo de vida.
Me desperté, presintiendo que el final llegaba... Aún tardó unas horas, pero yo ya no podía soportar la atmósfera que se había creado en la habitación.
Papá dormía, tu no... tu estabas entre dos mundos, el de los vivos y el de los muertos.
Salí de la habitación. Necesitaba aire fresco.
Conocía ya todos los pasillos del hospital, así que no me resultó difícil encontrar la salida del hospital que me daba acceso al exterior. El resto de salidas estaban cerradas a las 3 de la mañana.
Tenía algo de frío, y quería tener la mente ocupada, así que fui al coche.
Allí tenía tu ropa preparada. El vestido que tanto te gustaba y te ponías en las bodas y comuniones.
Estabas preciosa con él. Decidimos que ese sería el vestido. Verte guapa por última vez.
En el coche vi uno de los tantos libros que llevaba encima para matar el tiempo de las largas esperas en el hospital cuando te hacían alguna prueba, o cuando estabas todas esas horas enchufada a una máquina en la sala de quimioterapia y te dormías a causa del cansancio. Mientras dormías, yo te miraba y leía. Te leía y sé que me escuchabas.
Cogí el libro y empecé a leer en el coche, para más tarde subir a la sala de espera de la planta de las habitaciones donde tenía más luz.
Recuerdo perfectamente lo que leí esa noche. Era un relato corto de Jack London. Un cuento sobre la muerte, la última noche de un anciano de una tribu nórdica. Qué oportuno... pero fui lo primero que surgió al abrir el libro. Lo leí... me conmocionó. Deseaba que te rindieras como ese pobre hombre. Ya era hora de dejar de luchar. El sufrimiento tenía que terminar para dejar paso a "la paz eterna".
Volví a la habitación y pasé las últimas horas contigo, otra vez cogida de tu mano. Tu último aliento, tu último suspiro... No supe que hacer. Simplemente desperté a papá y me fui llorando al baño. Me encerré allí como tantas veces había hecho antes. No quería que me vieses llorar. Te dejé a solas con papá. No pude...
Finalmente, me armé de valor y empecé a llamar a mis hermanos y familiares más cercanos. Recogí tu vestido del coche y lo entregué a la funeraria.
Las siguientes horas fueron un baile de preparatorios, decisiones e incredulidad.
Y ya han pasado dos años de todo eso.
Estoy a 9.000 km de distancia y te echo tanto de menos...
Siempre es dolorosa esta fecha.
Esté en Jávea o no, te pueda llevar flores o no...
No puedo evitar estar triste este día.
Te quiero mamá
La ley de la vida. Jack London http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/london/ley.htm
